Herbert James Draper (1863-1920) fue un pintor inglés de la era victoriana. Estudió arte en la Real Academia de Londres y se comprometió en varios viajes educativos a Roma y a París entre 1888 y 1892. En 1890 incluso trabajó de ilustrador. En 1891 se casó con Ida con la cual tuvo una hija. En 1894 comenzó su periodo más productivo, principalmente se enfocó en temas mitológicos de la antigua Grecia.
UHQ: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a5/Draper-Ulysses_and_Sirens.jpg
UHQ: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/f/f5/Draper_Herbert_James_Mourning_for_Icarus.jpg
Afrodita Anadiómena, nacida de los genitales de Urano cortados
por Cronos con la hoz adamantina y arrojados, con él, al mar. Friné, la
divina hetaira que saliera indemne en el juicio por impiedad, instado
por un celoso amante desairado, al exhibir su esplendorosa desnudez ante
los atónitos ojos de sus jueces; la misma que había impactado los ojos
del divino Apeles mientras salía del mar de uno de sus baños rituales en
honor a Poseidón durante los Misterios Eleusinos. El Eterno Femenino,
insondable, inmenso y peligroso como las profundidades oceánicas;
prístino, surgente, imprescindible, y, no obstante, insaciable... Mézclense estos avatares, dense a la inspiración pictórica de una época --la victoriana-- poco proclive a promover la voluptuosidad pública pero que la cultivó profusamente en privado (siempre es así: las públicas virtudes fomentan los vicios privados
--aunque, à mon avis, y en rigor, los sutantivos deberían mudarse de
lugar, intercambiar el valor que real y verdaderamente tienen), y se
tendrá una obra como la del pintor británico que aquí presento: Herbert
James Draper (1863-1920). Heredero de varias corrientes, producto del
mestizaje y la simbiosis entre el dibujo académico, el clasicismo, un
uso del color a veces post-impresionista, una técnica en ocasiones
puntillista, una temática mitológica y alegórica, un tratamiento
realista (si bien, idealizado) en los paisajes y las figuras, una
portentosa expresión en las actitudes y los gestos no exenta de
originalidad en la recreación escenográfica...
UHQ: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/96/Herbert_James_Draper%2C_Ariadne.jpg
Todo esto es Draper, y como se verá en sus telas, debiera haber sido lo
suficiente como para no haber perdido crédito durante mucho tiempo; y no
obstante, lo perdió. La sensibilidad de los pueblos, a veces, se
comporta de una forma inexplicable y caprichosa. Tras gozar del éxito
durante veinticinco años (desde 1894 hasta casi su muerte) al fin su
fama y prestigio se diluyó, y fue olvidado.
No es sino hasta finales del siglo XX (cuando en 1989 dos de sus obras fueron incluidas en la Exposición sobre Los Últimos Románticos,
en la Gallería Barbican, de Londres) y, sobre todo, a partir del
comienzo del siglo XXI (con ocasión de la celebración del centenario de
la muerte de la Reina Victoria) cuando la Tate Gallery incluye tres de
sus obras más representativas en su exposición sobre el desnudo victoriano: Ulises y las Sirenas, El Lamento de Ícaro y Las Puertas de la Aurora, que resurge el interés por esta personal y estimable obra.
Es sobre todo este matiz, este hilo conductor, casi obsesión de
reiterado --pero que yo atribuyo más a la singular intuición del artista
sobre el Eterno Femenino-- por el que hace brotar de las aguas tanto lo bueno como lo malo que en el bello sexo hay,
del elemento que hace posible la vida, y a la mujer como sublimación de
ella; este matiz, digo, es el que le da personalidad significativa. Su
técnica, facilidad para el dibujo, imaginación y sensibilidad en el
detalle (la que respira, transpira e inspira en los escenarios
recreados, en las figuras representadas y en los bellos y gráciles
cuerpos femeninos) serán los que den el rasgo distintivo al cuerpo
formal de su obra (un cuerpo bello y elegante que lo entronca tanto con un Fredric Leighton como con los pre-rafaelitas Waterhouse o Millais).
El carácter y tratamiento de la mujer como femme fatale quizá
beba de su propia experiencia. Nada se conoce al respecto; poco, de su
vida personal. Es posible que ahí se encuentre el secreto de este
impulso que recorrerá sus obras con la fuerza y la determinación de un
desasosiego interior. Es posible que el eros del artista aflore
en sus obras con toda la plasticidad que lo hace por el impulso
irrefrenable de dar rienda suelta a un deseo insatisfecho (siempre lo es
en el ser que crea, pues la creación es un mecanismo de búsqueda que
nunca se sacia, al ser infinito su objeto). Es posible que su visión de
la belleza, de la escena en que la mujer es protagonista --incluso
cuando en el tema, leivmotiv, no lo sea--, provenga de una
carencia existencial, pero también de una plétora. Los extremos se
tocan, lo sabemos, y tanto impulsa el hambre como el apetito, tanto, la
vulgar necesidad sensorial como la sofisticada sensualidad.
El caso es que con Draper el bello cuerpo de la mujer (portador de
una voluptuosidad grácil, a veces delicada) se hace omnipresente aun en
el gesto más cotidiano, tornándose seductor y fatalmente atrayente en
las más diversas actitudes cargadas de sentido: en los instantes
detenidos en que recién sale del agua tras los peces voladores o
cabalgando risueña un delfín o requiriendo a un Ulises atónito, abriendo
orgullosa y arrebatadora las doradas puertas de la aurora, lamentando
la caída de quien envanecido desafiara la prudencia aconsejada,
descubriendo una imposible y entrañable perla antropomorfa, eligiendo
como displicente Afrodita las que le son ofrecidas, acudiendo como
deidad o ninfa a la convocatoria de un taumaturgo Próspero; ya cruel y
enamorada Medea capaz de sacrificar al hermano por salvar al amante, ya
seductora y serpentina Lamia, ya abandonada Ariadna; como difuso
espíritu de las fuentes, o como cantarina náyade flotando sobre las
algas y los lotos, o como kelpie celta --each uisge-- reposando
su belleza equina transmutada en hermosa apariencia antropomorfa sobre
las rocas; nacarada Calypso luminosamente mediterránea, o asustada
Doncella del Mar en las redes de los pescadores... En todos los casos,
cautivadora; en todos, sujeto de ensoñación; en todos tan sugestiva que
las curvas perfectas de su anatomía y los rasgos expresivos de su
gestualidad nos penetran con el poder de una realidad que sentimos más
real, por deseable y adecuada a nuestro íntimo sentir, que aquella a la
que estamos sometidos
ENLACES/FUENTES:
http://commons.wikimedia.org/wiki/Herbert_James_Draper
http://consentidoscomunes.blogspot.com.ar/2012/05/herbert-james-draper-la-sensualidad.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Herbert_James_Draper
http://mazmorramaldita.blogspot.com.ar/2011/02/herbert-james-draper.html
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