domingo, 24 de junio de 2012

André Delvaux

André Delvaux (Héverié, Bélgica, 1926) debutó como director con El hombre del cráneo rasurado (1966) -adaptación de una novela de Johan Daisne-, un minucioso relato en primera persona sobre el amor de un hombre mayor por una joven, desarrollado entre la realidad y la fantasía, que le sitúa entre los grandes directores de su generación. Su éxito en los circuitos de exhibición en versión original subtitulada lleva a Delvaux a una nueva adaptación de Daisne, Una noche, un tren (1968), una historia de amor fuera del tiempo.

En esta misma línea de narraciones de compleja estructura, a caballo entre la realidad y la fantasía, aparecen Cita en Bray (1971), Belle (1973) y Benvenuta (1983). André Delvaux se aparta de esta línea con Mujer entre perro y lobo (1979), basada en un guión propio, en la que hace una reflexión sobre Bélgica a partir de un triángulo amoroso entre un colaboracionista, su mujer y un miembro de la Resistencia.

A pesar de la calidad de sus trabajos y sus éxitos en festivales internacionales, Delvaux encuentra cada vez mayores dificultades para hacer sus personales películas, pero sigue fiel a sí mismo en Babel opera (1985) y L'oeuvre au noir (1988). Sin embargo, se aparta de la dirección de cine tras el interesante documental To Woody Allen from Europe with love (1980), sobre el cineasta norteamericano.

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La primera vocación de André Delvaux (Heverlée, Bélgica, 1926-Valencia, España, 2002) fue la música, no en vano había estudiado, entre otras cosas, composición avanzada para piano en el Conservatorio Real de Bélgica. Una formación que le permitió apreciar el firme contacto existente entre los lenguajes musical y cinematográfico: «La música tiende siempre al control del tiempo, a través de un mecanismo muy complejo. Y, para mí, el cine es también el dominio y el control del tiempo». Algo que resulta evidente al comprobar la estrecha relación entre su cine y la música: varias de sus películas surgieron al compás de ciertas estructuras musicales preexistentes como Met Dieric Bouts, que seguía un esquema de construcción derivado de las obras de Dufay y Machault, Una noche, un tren, construida a partir de los Interludios de Brahms, o Cita en Bray, con una influencia decisiva de la forma alternada del rondó (A B A C A D … A) en la construcción mediante flash-backs

Cinéfilo empedernido desde su juventud, la filiación tardía de Delvaux con el cine se produjo paralelamente gracias a dos hechos decisivos: por un lado,  se comprometió con Jacques Ledoux, conservador de la Cinemateca, para acompañar al piano las sesiones mudas —como el personaje de Julien en la mencionada Cita en Bray— presentadas por L’Ecran du seminaire, más tarde Museo del Cine, y, por el otro, organizó un curso teórico y práctico de iniciación cinematográfica en el Ateneo Fernand Blum de Schaerbeek, en el que impartía clases de lengua y literatura holandesa e inglesa. El resultado más visible de dicho curso fue el cortometraje Nous étions treize (1955), al que siguieron otros como Forges (1956), Le planète fauve (1959) o Yves boit du lait (1960). De este mismo período data su trabajo para la Belgische Radio en Televisie, la televisión pública flamenca, para la que se especializó en emisiones por capítulos sobre el mundo del cine: Cinéma, bonjour (1958); Fellini (1960, 4 episodios); Jean Rouch (1962, 5); Le cinéma polonais (1964, 9), dedicando episodios a realizadores como Anzdrej Wadja o Anzdrej Munk; y Derriere l’écran (1966, 6), un repaso a los oficios del cine tomando como ejemplo el rodaje de Las señoritas de Rochefort (Les demoiselles de Rochefort, 1966) de Jacques Demy, que obtuvo diversos premios en los festivales de Bergamo y de Amberes.

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Sirviéndose de la novela corta de Julien Gracq Le Roi Cophetua como punto de origen, «una narración densa, cerrada sobre su propio misterio», Delvaux continuó rastreando vetas mágicas abiertas dentro de la realidad con Cita en Bray (Rendez-vous à Bray, 1971), un film proustiano («Lo que llamamos realidad es una es una especie de relación entre las sensaciones y los recuerdos que nos rodean simultáneamente») en la forma en la que el relato bascula entre un presente mágico —la iniciación amorosa— y un pasado recreado —la camaradería de los viejos amigos— no solo mediante la memoria sino, sobre todo, gracias a la música, tema central en la película, que sirve de nexo de unión entre ambas unidades temporales.

Las ideas de una realidad desdoblada en diversos espacios y tiempos paralelos, de la irrupción de la fantasmática de sus personajes protagonistas (sus sueños, sus fantasías) de forma indescifrable dentro de sus vivencias comunes, de los trayectos iniciáticos (vitales, amorosos, metafísicos), de la estrecha relación entre el amor y la muerte son igualmente la base de Belle (1973) y de Benvenuta (Benvenuta, 1983), que cierran el período mágicorrealista del autor. Tanto la primera, centrada en el amor fou que siente un poeta de mediana edad por una bella desconocida producto de su imaginación, de atmósfera marcadamente onírica (homenaje a Paul Delvaux incluido), y que podría ser vista de algún modo como una extensión menos conseguida de Una noche, un tren, como la segunda, la historia de una doble iniciación: por una parte, la de una joven pianista en una forma de amor absoluto y único que la dejará marcada de por vida, y por la otra, la de un joven cineasta en una madurez personal y artística, terminaron de agotar estructural (las construcciones binarias en forma de espejo, la forma alternada del rondó) y temáticamente las posibilidades del realismo mágico. «Debía pasar a otra cosa», admitió entonces el cineasta.

ENLACES/FUENTES:
http://scalisto.blogspot.com.ar/search?q=delvaux
http://www.miradas.net/2009/05/estudios/andre-delvaux.html

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