Gustave Moreau (1826-1898) fue un pintor francés, precursor del Simbolismo y célebre por su estética decadente. Nunca antes el arte de la acuarela había alcanzado semejante brillantez de matiz; nunca antes la pobreza de los pigmentos químicos había podido depositar en el papel semejantes esplendores resplandecientes de piedras preciosas, semejantes matices brillantes como de cristales pintados, iluminados por el sol de mediodía, glorias tan asombrosas, tan deslumbradoras, de ricas vestiduras y ardientes tonos carnales.
La obra de Moreau está a caballo entre el Romanticismo y el Simbolismo. Aunque es frecuente incluir a Moreau en la nómina de los pintores simbolistas, su obra se anticipó en varias décadas a la proclamación oficial del movimiento por Jean Moréas en 1886.
En las primeras obras de Moreau son destacables las influencias de Ingres, en el tratamiento de la anatomía, especialmente masculina, y de Delacroix, en cuanto a la elección de temáticas exóticas, a través de su mentor Théodore Chassériau, quien había sido discípulo de ambos. Con el tiempo, la obra de Moreau va concediendo menor importancia a la línea y más al colorido. De su última etapa, se conserva en el museo Moreau una serie de acuarelas que la crítica contemporánea considera muy próximas a la abstracción.
El mundo de Moreau está poblado de adolescentes andróginos y mujeres fascinantes y perversas (como la Salomé de su cuadro La aparición, pero también Dalila o Deyanira), Muestra también una cierta predilección por lo monstruoso. Es patente su interés por lo oriental tanto en la elección de los temas como en la ambientación decadente de sus cuadros (Júpiter y Sémele, por ejemplo, evoca poderosamente el arte de la India).
No frecuentó mucho los temas cristianos, aunque en 1862 pintó, por encargo, un Vía Crucis para la iglesia de Notre-Dame-de-Decazeville. Sin embargo, dos temas de la iconografía cristiana son recurrentes en su obra: el de la Piedad y el de San Sebastián. Es destacable también Un cuadro religioso bastante tardío, La flor mística (hacia 1890), de carácter alegórico, en el que la flor de la Iglesia se alimenta de la sangre de los mártires.
Puede considerarse precursor del Simbolismo. Su influencia es decisiva en artistas emblemáticos del movimiento como Odilon Redon. Su obra posee una textura onírica que hizo que fuese revalorizada, ya en el siglo XX, por los surrealistas.
Aunque Moreau rechazó siempre ser un pintor literario, debe destacarse el impacto que su obra causó entre literatos tan relevantes como Théophile Gautier o J. K. Huysmans, entre muchos otros, atraídos por su estética simbolista y decadente. El protagonista de Al revés (À rebours), de Huysmans, Des Esseintes, encarnación del decadentismo, está fascinado por el arte de Moreau, y especialmente por el cuadro La aparición.
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